Los narradores son una especie en peligro de extinción. Parecen haber sido absorbidos por un magma incontrolable de poetas cuya temperatura y espesor se elevan peligrosamente día a día. Algunos escritores, amenazados por el embate de esta estampida poética, incluso se han mimetizado con los escribanos de los versos y han enterrado su imaginación para, en público, dedicarse a derramar sentimientos sobre una servilleta de papel.
Los narradores se han convertido hoy en creadores subversivos, marginales, ocultos. Su propia naturaleza individualista, en contraposición al espíritu gregario del poeta de bar, los ha hecho desaparecer del mapa creativo y mantenerse apenas representados por un puñado de escritores de cierto renombre nacional que, a buenas y primeras, lucen como los únicos adalides del mundo de la narrativa.
¿Qué hacer, entonces? ¿Sentarnos a observar, consignar y lamentar? ¿O salir a buscar una presa escurridiza y extraña que venga a adornar nuestra biblioteca personal? Me inclino por esto último. Y la mejor forma de hacerlo, supongo, es ofrecerles un remanso libre de sus enemigos naturales, donde su única misión sea crear una buena historia, sin obligaciones morales, sociales o existenciales.
De eso se trata CríaCuentos: una reserva literaria para narradores vulnerables y lectores devotos y hambrientos, que nos dé la certeza -o la aparente sensación de certeza- de que no todo está perdido.
Los narradores se han convertido hoy en creadores subversivos, marginales, ocultos. Su propia naturaleza individualista, en contraposición al espíritu gregario del poeta de bar, los ha hecho desaparecer del mapa creativo y mantenerse apenas representados por un puñado de escritores de cierto renombre nacional que, a buenas y primeras, lucen como los únicos adalides del mundo de la narrativa.
¿Qué hacer, entonces? ¿Sentarnos a observar, consignar y lamentar? ¿O salir a buscar una presa escurridiza y extraña que venga a adornar nuestra biblioteca personal? Me inclino por esto último. Y la mejor forma de hacerlo, supongo, es ofrecerles un remanso libre de sus enemigos naturales, donde su única misión sea crear una buena historia, sin obligaciones morales, sociales o existenciales.
De eso se trata CríaCuentos: una reserva literaria para narradores vulnerables y lectores devotos y hambrientos, que nos dé la certeza -o la aparente sensación de certeza- de que no todo está perdido.
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